DISEQUILIBRIUMS Los Individuos. Capítulo 29

Jueves, 22 de diciembre

Hora: 19:30

Sofía

Otra vez me ha vuelto a pasar. ¿Cómo he podido decir semejante barbaridad?

Primero le solté un grito con insulto a mamá en casa y, de nuevo, lo mismo. ¿Qué me está pasando? Siempre he tenido fama de ser la más educada. Mis padres me han educado así, pero… todo está evolucionando… y yo también. Me gusta ser rápida, que todo vaya seguido: una decisión tras otra. Pero no puedo faltar el respeto a los demás. Todo este asunto ya me ha superado.

Samuel ha conseguido que todos nos fijemos en él. Pensaba que era de esos frikis que quiere pasar inadvertido y quizá por eso me animaba a estar más cercana; eso y que nadie en clase quiere estar con él. Ese abrigo largo que siempre lleva le da un aspecto siniestro. Aunque hoy me he fijado cuando ha llegado en que se había peinado de nuevo. Creo que es la segunda vez que lo veo así.

—Perdonad. —Empieza Samuel hablando bajito y mirando al suelo.

Los chicos se mueven en sus sillas como si no encontraran la posición.

—Me parece que debería estar allí. —Se escucha la voz de Elsa.

Cruzo los brazos encima de la mesa y miro recto a la cara de Samuel.

—Los padres de Erik pertenecen a Disequilibriums.

Esto sí que no me lo esperaba. Pero ¿de qué está hablando? Erik se ha vuelto a poner de pie violentamente.

—Y tú… ¿cómo sabes eso?

Bueno, esto se pone emocionante. O sea que es verdad. Sus padres pertenecen a algo que no sé lo que es.

¿Sería eso lo que me iba a contar y yo rechacé hacerlo si no estábamos los cinco juntos? Y ahora, ¿cómo sigue todo esto? Estoy acostumbrada a tomar decisiones rápidas, pero en esta ocasión me voy a poner a un lado. Tendrán que resolver ellos solitos el conflicto.

Erik está totalmente colorado. Tiene los puños apretados. Como se había arremangado antes, se le notan todos los músculos del brazo tensos como una cuerda. Nunca lo había visto así. Parece que va a estallar.

—Jävla skit! —grita de pronto—. Jävla skit![1]

Mientras lo dice poco a poco se va relajando. No sé lo que significará, pero ha servido para que se calmara.

—Ahora mismo —comienza Erik hablando hacia la mesa— me da igual lo que sabes y cómo lo sabes. Quería habérselo contado a Sofía hace mucho rato, pero ella decidió que tenía que ser delante de vosotros.

Se levanta poco a poco. Se ha debido de cambiar de nuevo y lleva un pantalón de pana marrón claro que le queda muy bien combinado con botas. Encima de una camiseta beige se ha puesto una camisa típica de leñador, de esas a cuadros grandes rojos y blancos. Al acercarse a la ventana y contemplar el árbol de afuera es como si realmente estuviera en un bosque a punto de iniciar su trabajo. Solo le fala el hacha. Con las dos manos en los bolsillos y apoyado un poco en el cristal, comienza a hablar.

—Es verdad, hoy me he enterado que mis padres no eligieron venir a vivir a esta ciudad solo por el viento y el sol. Había otra razón.

¡Esto sí que es nuevo! ¡Joder! Cada momento esto toma otra dimensión. Me estoy arrepintiendo de no haberlo escuchado antes de venir aquí.

Samuel se levanta del sillón y se acomoda junto a David y a mí, alrededor de la mesa.

—Según me han dicho —continúa Erik—, ambos pertenecen a un grupo que se ha ido extendiendo por muchas ciudades del mundo desde hace solo dos años.

—Todo empezó —le interrumpe Samuel y consigue que nos volvamos todos menos Erik a mirarlo— cuando alguien, en 2011, lanzó la idea de que esta crisis mundial era diferente a las demás.

Mira —sigue Erik, sin cambiar la vista a través de la ventana y con voz pausada y a la vez severa— no sé cómo lo sabes, pero dado que he empezado, prefiero que me dejes acabar.

Veo la cabeza de Samuel asintiendo sin decir ni una palabra.

—Esa persona —continúa Erik, lanzó la idea de que esta crisis estaba basada en el desequilibrio que se estaba produciendo. Desequilibrio en la propia naturaleza, con la explotación masiva de las materias primas, contaminación, uso del agua… Desequilibrio social, económico y sobre todo lo que él llamaba desequilibrio integral.

Se para un momento y girándose hacia nosotros, dice:

—Esto último, según el grupo, ha jugado un papel fundamental en la crisis, que ha empezado como financiera y luego ha tenido efectos sociales brutales y que, a día de hoy, seguimos viviendo.

Se sienta con nosotros también alrededor de la mesa.

—Para ver las causas de ese desequilibrio esa persona se fue a investigar en el pasado registrado, sobre todo en la historia de Europa, desde los griegos y romanos. Y ahí fue cuando encontró lo que hemos descubierto en los últimos días.

—La disposición geométrica de la ciudad de Zaragoza y sus vinculaciones con el sol —le vuelve a interrumpir Samuel, pero esta vez, Erik no se molesta.

—Según me han contado mis padres —continúa Erik—, toda la investigación se basó en cómo el diseño de una ciudad podía estar basado en un supuesto equilibrio y cómo eso podía influir en sus habitantes. También cómo ese equilibrio, que los romanos diseñaron con el Cardus y el Decumanus, afectaba al resto.

—Y ¿quién lo organizó todo? —pregunta Elsa.

—¡Espera! —le dice Erik mirando a la pared donde está la imagen de Elsa—. Lo que hizo esta persona fue inmediatamente compartir a través de sus redes el hecho y pronto se constituyó el grupo.

—Pero —se interesa David—, ¿quiénes formaban el grupo?

—Principalmente eran personas que vivían en ciudades donde el diseño estuviera basado en un Cardus y un Decumanus. Nunca habría pensado que hubiera tantas, no solo en Europa, sino también en el norte de África, en Sudamérica y en varias ciudades importantes de Estados Unidos, donde tienen ese diseño.

—Vamos —suelto lo primero que se me ocurre—, que eran como una secta.

Erik frunce el ceño y se cruza de brazos en la mesa. Me parece que mi comentario no ha sido afortunado.

—No, no era ni una secta ni un grupo secreto. —Creo que se ha molestado, no le volveré a interrumpir—. Simplemente un grupo de trabajo de diferentes personas que rápidamente se pusieron a compartir cómo sus ciudades habían superado las anteriores crisis, como se podría superar esta, cómo se podría evitar la siguiente.

—¿Cómo se llama el grupo? —pregunta David.

Erik levanta la vista hacia Samuel y asiente.

—Disequilibriums —contesta Samuel.

¡Era eso, el nombre de un grupo! Cuando lo ha mencionado antes Samuel no sabía a qué se refería. Miro la cara de los demás y estamos todos igual de boquiabiertos mirándolo fijamente.

—Como cualquier otro grupo en las redes sociales —continúa Erik rápidamente—, se tuvieron que poner un nombre y fue ese. Casi todos eran profesionales de diferentes áreas, no solo historiadores, que, en un afán de unir sus esfuerzos en algo común, se pusieron a pensar juntos. No había más organización que cada uno iba aportando la información que encontraba, la compartía y entre todos la mejoraban y trataban de elaborar lo que acordaron todos llamar «La guía del equilibrio».

—No os oigo —dice Elsa—, ¿podéis hablar más alto? ¿O más cerca de donde esté el micrófono?

Dado que estamos haciendo la vídeo desde el ordenador de David, este aproxima su portátil más cerca de Erik.

—La guía del equilibrio —repite Erik y mira la imagen de Elsa hasta que esta asiente con la cabeza.

—¿Hay algo que no entiendo? —Se escucha de nuevo la voz de Elsa.

—¿Qué? —Noto la voz de Erik casi molesto por haberle interrumpido.

—Cuando lo ha mencionado antes Samuel me ha surgido la duda y mientras continuabais hablando he revisado los diccionarios de inglés.

En silencio miramos cómo la imagen de Elsa en la pared mueve las hojas de un libro que tiene en sus manos.

—La palabra «disequilibriums» no existe —continúa—, el plural de «disequilibrium» es «disequilibria».

Me encanta mi amiga, siempre tan perfeccionista.

Hemos vuelto la cabeza todos hacia Erik, esperando en silencio la respuesta.

—¡Desde luego que eres observadora, Elsa! —comienza—. Tienes toda la razón. Mientras mi padre me estaba contando esa parte de la historia, mi madre le interrumpió cariñosamente para explicar eso.

—¡Muy bien, Elsa! —David se ha emocionado con el momento. Cómo me gusta su expresión cuando está alegre.

—Según me dijeron —continúa Erik—, «disequilibria» es el nombre que le iban a poner, pero se dieron cuenta que ya estaba siendo utilizado en las redes para otras cosas. Así que, a pesar de algún lingüista que había en el grupo, todos aceptaron usar una palabra que, aunque no existiera, pudieran incluso reservar los dominios URL en Internet.

La cara de Samuel es divertida. Ha debido de buscar en la tablet y ahora está mirando la pantalla moviendo la cabeza como dándole la razón al dispositivo.

—Es verdad. —Se escucha su voz muy bajita—. No me había dado cuenta.

Creo que se ha sentido decepcionado consigo mismo por no haberlo descubierto antes. Me encanta esto. Cada momento vamos descubriendo un poquito más de todos.

David le da un par de palmadas suaves en la espalda y le sonríe.

—Os puedo decir —continúa Erik— que, cuando mis padres comenzaron a relatar esta parte, se emocionaron. Se interrumpían el uno al otro continuamente, pero siempre para aportar algo nuevo sobre lo anterior. No se enfadaban entre ellos, cosa que sí les suele ocurrir continuamente con otros temas cuando uno empieza algo y el otro le interrumpe.

—¿Cuánto tiempo llevaban con esto? —le pregunto interesada.

—El trabajo había comenzado hacía un año, y ellos se habían unido desde Suecia, no porque su ciudad hubiese sido diseñada con un Cardus y un Decumanus, sino porque trabajaban con proyectos para aprovechar el aire y el sol en su país, y en alguna de las redes sociales en que estaban aparecieron conectados con otros miembros del grupo a través del concepto del equilibrio a través de los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, tierra y fuego.

—Pero —dice Samuel—… algo cambio todo, ¿no?

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[1] «A la mierda» (traducción del sueco).

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AutorGlen Lapson © 2016

EditorFundacion ECUUP

ProyectoDisequilibriums

 

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