DISEQUILIBRIUMS Los Individuos. Capítulo 30

Jueves, 22 de diciembre

Hora: 20:00

David

No sé bien que es lo que más me está sorprendiendo, si la propia historia o el hecho de que Samuel lo supiera. Después del momento de tensión, la situación ha mejorado. Me he relajado para escuchar algo que hasta ahora me está impresionando. Me gusta este tipo de intriga, es casi de película.

Pensaba que Sofía iba a intervenir, pero sorprendentemente no está tomando la iniciativa. En cualquier otro momento anterior apuesto a que ella estaría dirigiendo todo esto. No sé qué le pasa. De todas maneras, sigue estando guapísima.

—Pues sí, Samuel —continúa Erik—, antes del verano del año 2015 todo el grupo Disequilibriums tuvo un giro de timón muy importante en la investigación que hacían y compartían.

—¿Qué pasó? —Se me escapa casi sin pensarlo.

—El iniciador lanzó la idea de la ciudad sagrada de Zaragoza y, sobre todo, el Cardus y Decumanus girados. Eso revolucionó el grupo. Según me comentaron mis padres, a partir de ese momento el tráfico de comunicaciones entre los miembros del grupo se multiplicó por cien y muchas personas más se empezaron unir, alguno incluso de Asia.

—¡Guau! ¡Qué pasada! —Se oye la voz de Elsa—. ¡Cómo me hubiese gustado haber vivido eso!

Sin quererlo ha dicho lo que creo que el resto pensamos, aunque no nos atrevamos a decir.

—A partir de ese momento, mis padres comenzaron a trabajar mucho más porque fueron los que informaron al grupo de que en París se producía el mismo efecto.

—¿En Paris? —se sobresalta Samuel y se pone directamente a buscar algo en Internet con la tablet.

Noto una leve sonrisa en la cara de Erik. Hay algo que Samuel no sabía. Se acaba de hinchar de orgullo.

—A partir de ese momento contactaron directamente con el iniciador del grupo: Augusto Canizzaro.

Miro a Sofía. Su cara es una mezcla de expresiones y sentimientos que realmente es imposible de interpretar. Se mueve en la silla. Busca una forma de sentarse, pero no la encuentra. Finalmente, se pone de pie y se va a sentar al sillón donde estuvo Samuel antes.

—Según me comentaron, se debió de establecer una relación muy cercana entre el padre de Sofía y los míos.

—¡Madre mía! ¿Pero qué estáis diciendo? —dice Sofía, alarmada.

Nadie dice nada. La mirada de Erik y Sofía está totalmente unida. Ella está blanca, no parpadea siquiera. La cara de él es una mezcla de pena y de temor. Me parece que está decidiendo si seguir o pararse.

De pronto, Sofía vuelve en sí, parpadea rápidamente y, con un movimiento leve de cabeza, nos mira a todos. Finalmente se queda fija observando a Erik y, como si fuera un movimiento esperado, asiente con la cabeza.

—Más tarde me dijeron —dice Erik y se para un momento hasta que Sofía de nuevo le indica con la cabeza que siga— que la propia madre de Sofía tenía un papel importante, pero no se lo podían desvelar todavía.

La cara de Sofía está totalmente desencajada. Erik le hace un gesto como si le preguntara si acaba el relato. Sofía se levanta de nuevo, se acerca a la mesa, se sienta en la silla de antes, se lleva las manos a la cara, se frota. Deja la cara libre y, mirándolo, le hace señas para que siga.

—Esa relación especial derivó en que Disequilibriums se hiciera más potente porque muchas personas que vivían o habían vivido en ciudades diseñadas con Cardus y Decumanus parecían tener más predisposición a encontrar soluciones para restablecer el equilibrio.

Erik adopta una posición como más rígida y levanta la cabeza mirando a ningún lado.

—Justo antes del verano, el padre de Sofía informó a mis padres de que, en sus vacaciones familiares, y por pura casualidad, había encontrado tres ciudades más de Europa donde el Cardus y el Decumanus estaban girados: Londres, París y Bérgamo. Aunque en ninguna ocurría exactamente lo del rectángulo solsticial de Zaragoza.

—¿Qué has dicho? —Se oye a Elsa.

Erik se gira hacia la pantalla y, poniéndose las manos a los lados de la boca como si fuera un altavoz, repite:

—LONDRES, PARÍS Y BÉRGAMO.

—No me diréis si todo esto no es increíble —suelta Sofía, como si le saliese de lo más profundo.

—En París, de hecho —continúa Erik—, había varios Decumanus y un Cardus principal. Una de las personas que se había unido al grupo comentó que, dependiendo del Decumanus que se escogiera, con un extremo en Montmartre y otro en Montparnasse, la propia catedral de Notre-Dame podría ser identificada como el cruce.

—Desde Londres —continúa Samuel—, uno de los miembros del grupo expuso el diseño romano de la ciudad y, aunque es verdad que estaban girados el Cardus y el Decumanus, no eran totalmente rectos como en las otras ciudades, pero lo que sí destacaba era su posicionamiento respecto al río Támesis.

Erik le hace una seña a Samuel para que pare de hablar y él sigue:

—Y la tercera ciudad que Augusto Canizzaro encontró con el Cardus y Decumanus girados fue Bérgamo, una pequeña ciudad italiana y cercana a Milán. Había que ser muy observador para darse cuenta, pero como la parte antigua se conserva muy bien, la torre que se encuentra en el cruce de ambas líneas facilitó que él encontrara la conexión.

—Hemos estado en las tres —interrumpe Sofía, llevándose las manos a los ojos—, dos veranos seguidos.

Ni me puedo imaginar todo lo que estará pasando por la cabeza de Sofía.

—El verano del año pasado —comenta Erik mientras le muestra una leve sonrisa a Sofía— todos los miembros de Disequilibriums sabían dónde Augusto Canizzaro iba a pasar las vacaciones con su familia. A todos les comentó que tenía planificadas una serie de gestiones en cada una de las tres ciudades.

Samuel pone las manos encima de la mesa y dice:

—Yo solo sabía hasta aquí, del resto no tengo ni idea.

Ya ni le hacemos caso a Samuel, queremos que Erik continúe y supongo que Sofía querrá saber cómo era.

—El problema vino después del verano. Las comunicaciones de Augusto Canizzaro disminuyeron en número. Eso no significó que el grupo dejara de trabajar, era un grupo especial porque trabajaba en red y, si un miembro no estaba o faltaba, el propio grupo asumía la falta y mejoraban en las áreas que ese miembro aportaba.

Señala su tablet donde tiene fija las fotos de las imágenes que Sofía encontró en el maletín de su padre.

—Entre el verano y Navidad del pasado año, las dos comunicaciones que hizo el padre de Sofía fueron referentes a geometría sagrada.

—¿Qué? —soltamos Elsa y yo a la vez.

¡Acabábamos de descubrir esos temas! Cada vez estamos más cerca de la situación. De reojo, miro a Samuel. Me parece notar por un gesto insignificante, que estoy seguro él nunca reconocería, que se le abrieron más los ojos. Pero nunca podré probarlo porque se volvió a su estado neutro, por decir una expresión, en cuestión de segundos. Que tío más raro. Ha pasado de ser el protagonista sentado en el sillón a una figura pasiva sentada en la mesa.

—Pero ahora viene lo más chocante… —dice Erik mirando a Sofía a la cara.

Ella está rara desde hace un rato. No para de tocarse el pelo. Está preciosa. Toda la luz de la ventana ilumina su cara y… ¿Qué estoy pensando?… Si vuelvo a tener cero posibilidades después de esta reconciliación que estoy viendo entre los dos. Me resignaré… al menos durante un tiempo.

—… Mis padres investigaron sobre todo eso e intentaron contactar con Augusto, pero no hubo éxito, y desde el 23 de diciembre de 2015 no saben nada más de él.

¡Dios! ¡Qué momento! Ese fue el día que desapareció el padre de Sofía. Se está llevando las manos a la cara. Apoya la cabeza contra la mesa. Nadie habla. Incluso Samuel la está mirando. Me giro a la pared y la imagen de Elsa no hace más que moverse sin sentido de un lado a otro de la pantalla; es lo que hace cuando está nerviosa.

—Por eso decidieron venir a Zaragoza, para tratar de seguir su pista —sentencia Sofía todavía con las manos en la cara, pero suficientemente alto para que todos la escuchemos.

—De hecho —nos sorprende a todos Samuel hablando en ese momento tan especial—, se han reunido varias veces con la madre de Sofía.

Cualquier signo posible de simpatía ha desaparecido de las caras de Sofía y de Erik a la vez. Miran con los ojos completamente abiertos al que hoy ha tomado por alguna circunstancia la decisión de peinarse.

—Más vale que te expliques porque me estoy cabreando —dice Sofía.

Samuel le pide a Sofía que se calme con las manos. Ahora es él quien se pone de pie, pero para sentarse de nuevo en el sillón.

—Yo también pertenecí a Disequilibriums.

Se oye una ambulancia pasar por la calle. Las bocinas de los coches sonando como locas, supongo que para que se aparten y dejen pasar al vehículo de urgencias. Quiero estar abajo en la calle viendo el espectáculo y no aquí en esta habitación. No sé si quiero seguir escuchando. Siento una mezcla de enfado y curiosidad. Aspecto desagradable y con cosas por descubrir. Del tipo friki al tipo misterioso… En el fondo me da envidia. ¡Ya me gustaría tener algo oculto y poder soltarlo algún día para impresionar a mis amigos!

Sofía y Erik parecen dos figuras de hielo. Ni se han inmutado con la última frase de Samuel. O no les ha sorprendido nada o están tan enfadados que no quieren mostrar sus sentimientos. El problema es que ahora los noto como más juntos, más conectados. ¡Mierda!

De pronto se oye un ruido enorme, como de un trueno que estallara justo encima de la casa. Nos ponemos todos de pie, corriendo hacia la ventana para ver qué pasa.

Nada, la ambulancia ha pasado. El tráfico vuelve a ser el mismo de antes. Todo normal. El ruido vuelve a ser más fuerte. Suena como una ametralladora de rayos cayendo uno tras otro, impactando y rompiendo cosas. Estamos como locos moviéndonos por el cuarto sin saber qué ocurre. A través de la puerta abierta me asomo y no veo nada en la casa. Samuel se ha puesto debajo de la puerta. Erik nos ha agarrado a mí y a Sofía para ponernos debajo del dintel de la puerta como si se estuviera preparando para un terremoto. Sofía no hace más que mirar de un sito para otro, desorientada.

Inesperadamente suena un ruido fortísimo y vemos que el cuarto se ilumina. Afuera se ha nublado con lo cual no viene del exterior. Ninguno ha encendido las luces del salón, cuando me giro veo a Sofía desencajada señalando con el brazo la pared.

En mitad del ruido fortísimo nos juntamos de pie junto a Sofía, que se sienta en la silla viendo la pantalla donde antes estaba Elsa. Hasta Samuel se ha quedado boquiabierto.

—¿Estáis viendo lo mismo que yo? —Se oye la voz de Elsa, pero no vemos su imagen.

Donde antes veíamos lo que recibíamos a través de la webcam de Elsa, ahora se observa en la pantalla proyectada sobre la pared la imagen de un hongo atómico, de esas que ponen en los documentales para ilustrar cómo es una explosión nuclear. El sonido sigue siendo ensordecedor. Sofía me ha cogido la mano y me la está apretando. ¡Dios! No entiendo nada, ni de lo que estoy viendo en la pared ni de lo que estoy sintiendo con este contacto.

No nos da tiempo a contestar a Elsa porque la imagen cambia repentinamente. El ruido ha desaparecido. Sobre un fondo negro, podemos leer unas letras grandes en color blanco:

Abandonad lo que estáis haciendo

Si eso es sorprendente, lo que realmente hace que incluso Sofía se ponga de pie violentamente y me suelte la mano es el signo que estamos viendo debajo de las letras. Se oye la voz de Elsa por los altavoces.

—¿No es ese el signo del infinito, con el mismo tipo y color que Samuel tiene en su perfil de videoconferencia?

Samuel se aparta rápidamente de nosotros hacia la pared y, por primera vez desde que lo conozco, aparece el miedo en su cara.

AutorGlen Lapson © 2016

EditorFundacion ECUUP

ProyectoDisequilibriums

 

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