DISEQUILIBRIUMS Los Individuos. Capítulo 39

Viernes, 23 de diciembre

Hora: segundos antes del amanecer

Sofía

¡Ay! Que daño me he hecho. No he visto al señor que justo se desplomaba delante de mí. Ahora no quiero retrasar al grupo, hay que conseguirlo y quiero que sigan. Esto no puede fracasar por mi culpa. Nunca me lo perdonaría.

—¡No te vamos a dejar aquí! —me grita Erik mientras entre él y David me ayudan.

Elsa y Samuel se han vuelto atrás para saber lo que sucede.

—Olvidadme, seguid vosotros —vuelvo a insistir gritando.

—¡Ni hablar! —dice David, y dando instrucciones se gira hacia Erik—: Tú eres el que tiene que abrir el portal con la música. ¡Corre! Ve tú delante, nosotros vamos detrás con Sofía.

Ninguno le llevamos la contraria porque tiene razón. El tiempo que Erik necesite para abrir el portal es la diferencia de tiempo para que lleguemos nosotros… siempre que yo pueda correr.

Erik retoma la carrera, pero antes se agacha para darme un beso. Samuel me mira con ternura y me enseña el puño cerrado con el pulgar hacia arriba. Le sonrío como puedo y trato de incorporarme.

Elsa corre delante de nosotros para confirmar y evitar que no vuelva a haber obstáculos delante. Consigo ponerme en pie y empiezo a correr con mucho dolor. Lo puedo aguantar. Lo aguantaré.

Veo a lo lejos que hay un hombre en el cruce que se ha quedado mirándonos. El sol ya está casi llegando al cruce y Erik termina de correr los últimos metros que le quedan mientras va sacando la dulzaina. David me coge de la mano para ayudarme a correr y seguimos los dos. De pronto me toco el pantalón. Me he hecho un agujero con la caída. Lo vuelvo a tocar. No noto lo que busco. Estoy muy nerviosa. Mientras corro agarrada de la mano de David giro la cabeza hacia atrás y, a lo lejos, en el suelo donde me he caído, distingo la figurita de la cabeza del dios Jano que me dio Nicola anoche. ¡No puedo parar a recogerla! Sigo corriendo con mucho dolor mirando hacia atrás. ¡Joder! Me entra un sentimiento de miedo cuando veo que el señor con el que me he tropezado la ha cogido y se la guarda en un bolsillo mientras reconozco que su cara me resulta familiar. De pronto me sonríe maliciosamente y casi me entran ganas de vomitar. Es el guarda del museo que agarró a Elsa del brazo y nos ha estado siguiendo. ¿Qué hago? ¡Oh, qué dolor!

—¡Vamos! ¡Vamos! —me grita David para que mire hacia delante y corra con él.

Me olvido del hombre. Me concentro en el objetivo de nuevo. Veo a lo lejos la veleta del edifico de la esquina entre las calles Mayor y Don Jaime. Está totalmente iluminada por el sol. La luz refleja en ese color metálico que hemos visto en los últimos días. ¡No vamos a llegar! Sigo corriendo de la mano de David. No puedo olvidar al hombre de atrás. Pero sigo adelante. No quiero mirar de nuevo.

Erik está preparado con la dulzaina y grita:

—¿Es la hora?

Como no llevamos nada, ni siquiera el reloj, no podemos verlo. Pero en ese momento los primeros rayos de sol iluminan el cruce y un grito unánime de los tres se oye en todo el cruce:

—¡Sí!

Erik empieza a hacer sonar la música que se había aprendido de memoria la noche anterior. El resto nos paramos a su alrededor y lo miramos. Las pocas personas que pasaban en ese momento se quedan quietos, atentos. Justo cuando llega al final de la melodía, comienzan a aparecer una serie de ráfagas de luces provenientes del centro del cruce y el viento sopla con más fuerza. A medida que Erik toca la música, las luces se hacen más luminosas y el viento se intensifica. Él mira mientras sigue tocando, el resto no dejamos de observar al centro y, entre miedo y admiración, comenzamos a cambiar la posición para prepararnos para el salto.

Cuando Erik deja de tocar el instrumento, se abre en el propio espacio entre las calles un portal hacia el vacío, y, sin pensarlo, Elsa salta y desaparece en el interior. Samuel le sigue con una agilidad nunca vista en él. Erik me mira, también a David y este le hace señas para que salte delante de mí. David se quiere quedar el último para ayudarme. Rápidamente salta Erik, y cuando yo voy a hacer lo propio todavía agarrada a la mano de David, tengo como un pinchazo fuerte en el corazón. Algo ha ocurrido que no puedo controlar. Miro hacia atrás y veo que David se está desmayando, se está desequilibrando:

—¡Noooooooo! —Me sale el sonido desde lo más profundo de mi alma mientras trato de alcanzar a David con el brazo estirado, pero lo veo a lo lejos desmayado en el suelo y me sumerjo en la oscuridad.


La naturaleza guarda un gran misterio celosamente guardado

por sus custodios de aquellos que quieren profanarla o abusar de su sabiduría.

Periódicamente porciones de su tradición son poco a poco reveladas a aquellos de la humanidad quienes han tenido atentos sus ojos para ver y sus oídos para oír.

Los primeros requisitos son actitud receptiva, sensibilidad, entusiasmo y formalidad para entender el más profundo significado de las maravillas que nos exhibe la naturaleza cada día.

Muchos de nosotros tendemos a caminar a través de la vida medio dormidos, a veces paralizados, si no realmente torpes para ver el orden exquisito que nos rodea. Pero una senda de pistas se ha preservado.

Scott Olsen

The Golden Section (2006)


FIN

de

DISEQUILIBRIUMS Los Individuos

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AutorGlen Lapson © 2016

EditorFundacion ECUUP

ProyectoDisequilibriums

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