DISEQUILIBRIUMS. Los Individuos. Capítulo 15

CAPÍTULO 15
Lunes, 19 de diciembre
Hora: 16:30

Sofía

Caminar por la calle Don Jaime puede llegar a ser complicado en algunos momentos del día. A papá y a mamá les parecía muy bien que hubiesen puesto el suelo de la calzada con adoquines porque le daba un carácter más antiguo a esta zona de la ciudad. Lástima que hace pocos años los quitaron y volvieron a poner asfalto. A mí lo que me gustaba es que hubiesen reducido el tráfico, o al menos eso dijeron en su momento. El problema es que la calle es estrecha, solo hay un carril para vehículos, y entre taxis y autobuses de línea se bloquea muchas veces. Especialmente porque suele haber mucha gente por las aceras y algunos cruzan la calle por donde no hay semáforo y se organiza el caos.

Hoy es uno de esos días. A diferencia de la plaza del Pilar, la calle está absolutamente a rebosar de gente y de coches. Ya desde pequeña he disfrutado de esas tiendas (que todavía permanecen) donde venden caramelos de la ciudad y frutas confitadas con chocolate. «¡Sofía deja esas que tienen alcohol!», era el comentario siempre de mamá cuando quería comprar las guindas de marrasquillo. Son las que más me gustan, pero como decía mamá, llevan algo de licor. En fin, con dieciséis años nadie me dice nada y podría comerme las que quisiera. El problema es que están bañadas en chocolate y es a los dieciséis cuando tengo ciertos problemas con el chocolate. Nunca encuentro el equilibrio con estos dulces. «Quizá más adelante», me repito a mí misma mientras seguimos caminando.

Afortunadamente después del último tramo de caminata, identificamos el portal de la calle según la referencia de la nota. Miro el botón del timbre, observo a los demás y creo leer el mismo pensamiento que tengo yo: No sé qué decir. No tengo ni idea de cómo presentarnos. Nos quedamos en silencio un momento mirando el timbre hasta que Erik avanza y lo presiona. El resto lo miramos extrañados, y él nos observa encogiéndose de hombros como preguntando en silencio «¿¡Y qué otra cosa vamos a hacer!?».

Al cabo de un rato se escucha una voz por el altavoz del timbre:

—¿Quién es?

Claramente es una voz de hombre. No es joven y es una voz profunda. Unos a otros nos miramos sin saber qué decir, hasta que Erik dice muy deprisa y nervioso:

—Nos han dado una nota con esta dirección.

Se escucha silencio. Y de nuevo la voz:

—¿Dónde os han dado la nota?

Silencio, miradas entre nosotros hasta que Elsa dice vacilante:

—En el Museo Provincial.

De nuevo silencio y la voz:

—¿Quién os la ha dado?

Rápidamente dice David:

—No podemos decirlo.

El resto le miramos entres sorprendidos y enfadados por la respuesta. Me parece que acaba de estropear todo con esa respuesta. Sin decir nada le recriminamos con gestos lo que acaba de hacer. En medio de la discusión silenciosa, se abre la puerta del portal.

Nos quedamos mirando el interior absolutamente callados, pero vemos que David no desperdicia el momento para mirarnos a todos y sonreír ampliamente.

Medio empujándonos, Samuel se cuela entre nosotros y es el primero en cruzar el portal y ponerse a subir las escales. Se ha dado cuenta de que nos hemos quedado parados mientras ha subido cuatro escalones. Se gira hacia nosotros y, con una sonrisa que nunca le había visto, se encoje de hombros y como un niño pequeño sube rápido las escaleras para ser el primero. Sin ni siquiera mirarnos, pero sabiendo cada uno que el resto tiene dibujada una sonrisa en la cara, seguimos detrás de él.

Subimos las escaleras hasta que llegamos a la casa. La puerta está abierta y se oye al fondo una voz de hombre mayor:

—Pasad, pasad, ya sé a qué habéis venido.

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Autor: Glen Lapson © 2016

Editor: Fundacion ECUUP

Proyecto: Disequilibriums

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