DISEQUILIBRIUMS. Los Individuos. Capítulo 18

CAPÍTULO 18
Lunes, 19 de diciembre
Hora: 20:00

David

Al entrar ya me he dado cuenta de que la casa de Nicola no está igual que la última vez que estuvimos. Lleva la misma ropa: una túnica blanca y larga. Pero esta vez, me fijo en una figurita que hay a la entrada de la casa. No sé lo que es ni lo que representa. Es solo una cabeza de hombre. Aunque realmente no es solo eso, es una cabeza de hombre con dos caras. Cada una mira en sentido opuesto. Estoy seguro de que he visto esa figura antes, pero no recuerdo dónde.

Veo que también Sofía se ha fijado en la figurita. No me sorprende porque hay algo extraño en ella. Me parece que está todo muy ordenado.

¡Guau! ¡No me lo puedo creer! Hago señales a los demás para que se fijen en el símbolo que está por todas partes. Es el mismo rectángulo girado que vimos en el papel de la guía del museo. En el centro tiene un pequeño símbolo, pero es tan pequeño que no estoy seguro de lo que representa concretamente. Estoy convencido de que esta tarde no estaba ahí, y ahora lo tiene no solo en dos cuadros en la pared encima del sofá, sino también sobre el mueble debajo de la ventana. Tiene forma de pequeño adorno dibujado en el relieve de un trozo de piedra romana que se apoya en el mueble.

El plano de la ciudad y los rectángulos que hemos hecho están extendidos en la mesa.

Tras esperar un rato a que todos estén en silencio, junto a Nicola, Sofía comienza diciendo:

—Nicola, hemos puesto los planos encima y hecho lo que nos dijo. Según la charla de esta tarde, ya estamos preparados para que nos explique el siguiente paso.

Lo miro un poco escéptico.

Mi cabeza está llena de contradicciones ¿Qué hacemos aquí con un viejo que no conocemos y con algo que nos parece increíble en mitad de un problema enorme en la ciudad? Nunca me había pasado, pero por un momento diría que esto es solo un sueño. Me gusta soñar, evadirme de la realidad, pero en esto parece que ya lo hemos hecho y me despertaré dentro un rato.

Tras el comienzo de Sofía, veo que Erik y Elsa esperan la respuesta del hombre; Samuel, por su parte, como siempre, callado, como ausente. Aunque esta vez detecto que está como yo, mirando a todos lados repasando cada rincón. Si no fuera porque es humano pensaría que está haciendo un rastreo electrónico con su mirada por toda la habitación tratando de subirlo a su memora virtual.

Como nadie habla, sin querer ser ofensivo, digo:

—Lo cierto es que todo este misterio con la guía entregándonos el papel, el encuentro con usted ha coincidido con lo que está pasando en Zaragoza.

Interrumpo mientras giro la cabeza por toda la habitación.

—He visto que usted no tiene ni televisión ni ordenador y tampoco he visto que tenga móvil. Así que no sé si sabe que se ha extendido un mensaje de que Zaragoza se desploma y la gente se está desmayando por las calles.

Me callo. Nadie habla. Se puede cortar el silencio en la casa.

—Sabía que algún día sucedería… —responde Nicola y desde luego que consigue la máxima atención por parte de todos, incluso de Samuel que, desde que habíamos entrado, aún no le había mirado a la cara.

Nos quedamos callados, mirándolo en silencio. Todos tenemos los ojos abiertos como platos esperando a que continúe.

—… por eso estoy aquí —termina la frase el hombre.

En ese momento nos miramos unos a otros. No sé si con cara de asombro o pensando que está loco. Lo cierto es que, desde el primer encuentro a este, todo lo que ha dicho hemos comprobado que es verdad, y ninguno lo sabíamos.

Se levanta lentamente apoyando las dos manos en la mesa. Gira la cabeza hacia la ventana. Todos, incluido Samuel esta vez, nos acercamos hacia él para mirar. Las cortinas están descorridas. Vemos en la parte de abajo el cruce de las calles. Subiendo la mirada observamos en la parte superior del edificio de enfrente una veleta de color oscuro, con una circunferencia del mismo color debajo con los cuatro signos cardinales. Hoy sopla viento del noroeste y la veleta así está orientada.

Con una mano nos pide que nos sentemos alrededor de la mesa.

—Ya me dijisteis —comienza el hombre— que la profesora os había explicado por qué esta ciudad la utilizó el emperador Augusto como una de las primeras ciudades en la península Ibérica. A estas alturas ya os imagináis por qué el nombre de la península Ibérica lleva el nombre del río que pasa por aquí.

Todos asentimos.

—También os han explicado que, para Roma, esta era una ciudad sagrada.

Volvemos a asentir, pero esta vez miro alrededor en la casa, sobre todo la figurita del mueble de la entrada. Una sensación extraña me recorre todo el cuerpo, como si me hubiera pasado una pequeña descarga eléctrica.

—Debería seguir siendo una ciudad sagrada, el problema es que alguien está cambiando el orden de las cosas.

Veo las caras de Erik y Elsa levantando las cejas y sonriendo a la vez. Samuel vuelve a tomar notas. Empiezo a sentirme incómodo y pensar que estamos hablando con un loco, pero cuando de reojo miro a Sofía, veo que está totalmente interesada en la conversación.

Es curioso porque me viene a la cabeza la mujer de la heladería y la hija con el colgante del símbolo. Todos la vimos en la plaza San Felipe hablando con Sofía. No sé si Sofía nos contó todo lo que le dijo. Ya solo el hecho de que le haya advertido de que hay peligro si seguimos adelante, me hace estremecer por un momento. ¿Tendrá algo que ver con lo que nos está contando Nicola?… ¡En fin! Voy a dejar de pensar en idioteces porque todo esto ya me está rebasando. A ver cómo continúa.

—Vosotros tenéis pocos años, pero si preguntáis a vuestros padres y abuelos que hayan vivido más tiempo aquí, os pueden confirmar que Zaragoza tiene además dos cosas que pocas ciudades en la península pueden poner en su cartel anunciador: viento y sol.

Se para un momento como para tomar aire y continúa:

—El viento y el sol, junto con la propia geografía de la zona han hecho que la gente que vive en Zaragoza, y no digo los que nacen, sino los que viven… —Permanece un momento en silencio—: … tengan esa fuerza interior que a lo largo de la historia les ha permitido hacer cosas increíbles.

Empieza a caminar por la habitación, como si quisiera dar vueltas a la mesa.

—Preguntad a los profesores y a los padres y veréis cuántas personas que han vivido en Zaragoza son conocidas por importantes hazañas, incluso la propia ciudad ganó el título de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica.

—Eso está en el escudo de la ciudad —dice Elsa en voz alta.

—Así es —responde Nicola—. Además, ese atributo que se dice de los de Zaragoza que son muy persistentes, se debe a la mezcla del viento y el sol… y a algo más.

Aprovechamos para mirarnos mientras el hombre se acomoda en la silla.

—¡¿Cómo una persona que es capaz de adaptarse a este clima tan severo, cambiante y extremo no va a ser persistente?!

Se queda callado, y añade:

—¿Qué es ese algo más? —continúa Nicola y se queda mirando en silencio por la ventana—. La ciudad la fundó Roma orientando el Decumanus en la dirección del viento dominante que aquí le llamáis cierzo. Es decir, se asumía que, para el equilibrio sagrado, ese viento tenía que entrar siempre por la puerta Oeste y salir por la puerta Este.

Se vuelve para mirarnos de nuevo. Se fija que Erik ha vuelto a la silla, la ha girado y se sienta ahora con el cuerpo y los brazos apoyados en el respaldo. Samuel se ha sentado en el sillón y no para de anotar cosas en su tablet.

—Además, la puesta de sol el día que cambia la primavera al verano (solsticio de verano) debe iluminar claramente la puerta Oeste, y la salida del sol del día que cambia el otoño al invierno (solsticio de invierno) debe iluminar totalmente la puerta Este. Es parte de la clave del equilibrio.

Volvemos a mirar a la mesa donde Erik gira bien el papel transparente con las figuras geométricas dibujadas sobre el mapa de la ciudad para que coincidan como habíamos descubierto.

Elsa no se aguanta lo que piensa:

—¡Eso es increíble! Yo creo que lo sabe muy poca gente en esta ciudad.

Sofía salta, diciendo:

—¡¿Cómo pudieron los romanos calcular todo eso y construir toda una ciudad siguiendo un simple dibujo?!

Miro de nuevo el plano y digo:

—O sea, que el 23 de diciembre, al amanecer, se debería iluminar totalmente la iglesia de la Magdalena… —Hay algo que puede ser una tontería, pero lo diré—: ¿Por eso su plaza está así, para que no exista nada que la tape del sol?

Se produce silencio entre todos, hasta que Nicola se incorpora en la mesa y dice:

—¿Veis? —Señala el plano con sus grandes dedos—: El viento entra por aquí y debería salir por allá, y como muy bien dices tú —extiende su mano derecha hacia mí—, al amanecer del día del solsticio de invierno, el sol debería iluminar la iglesia.

Lo que dice tiene sentido, aunque todo esto es muy raro. Pero… ¿y si es verdad? Miro el plano y veo las direcciones de las calles que comenta. Lo de la iglesia de la Magdalena me parece impresionante. He pasado por ahí un montón de veces. Es cierto, que la mayor parte del tiempo le da el sol. Pero que justo la calle que comienza donde está la entrada de la iglesia esté orientada hacia el sitio exacto donde amanece el día del solsticio de invierno… ¡Cómo sea verdad que lo hicieron por eso!… Una cosa es descubrir una casualidad y otra que eso que pienses que es una casualidad luego descubras que no lo es, porque realmente estaba perfectamente planificado.

En ese momento Sofía interrumpe mis pensamientos:

—¿Y qué tiene esto que ver con que los adultos se desequilibran y se caen?

Nicola se vuelve hacia ella sin expresión en la cara, nos mira al resto y sonríe. Luego se acerca a la ventana de nuevo:

—¿Veis esa veleta? —Espera a que todos nos apretemos mirando a través del cristal—. Si preguntas a la gente de Zaragoza si sabían que hay una veleta justo en el cruce de estas dos calles, ¿qué creéis que dirían? ¿Creéis que lo conocían?

Hay mucha gente por la calle. Esa veleta domina el cruce y yo creo que nadie se ha dado cuenta. Está posicionada recta hacia el noroeste. Antes de entrar en casa de Nicola dejó de llover y ahora está soplando de nuevo el viento. Las nubes siguen cubriendo el sol, la sensación afuera es de frío polar. ¡Cómo agradezco estar aquí adentro! Aunque la temperatura de la calefacción la tiene más baja que en nuestras casas.

Tras un momento de silencio, continúa:

—Muy poca gente lo sabe, yo creo que prácticamente nadie, quizá solo el que la puso ahí… —Mantiene el silencio durante un momento—: … y el que vigila.

Sofía ha llegado a un grado de sorpresa que me parece está pasando a ser incredulidad. Erik lleva un rato poniendo caras de que no se cree nada, Samuel no deja de mirar el mapa persiguiendo no sé qué con la mirada mientras garabatea algo en la tablet que lleva consigo. Veo que en Elsa y en mí, este hombre ha conseguido que primero nos sorprendamos y, segundo, que le escuchemos atentamente. Algo hay en él cuando nos mira que, en el fondo, me infunde confianza. No sabría cómo describirlo, quizá la túnica blanca o la manera tan pausada de mover las manos. Manos que ya me fijé la primera vez lo grandes que son. Manos de alguien que las ha utilizado en su vida para trabajar, no para escribir o solo teclear un ordenador como hago yo. Este hombre es especial. Pero mientras lo miro, ya sé lo que nos va a decir a continuación.

—Sí, os lo estáis imaginando bien —sigue Nicola—, yo soy el que vigila.

Creo que esperaba que nos sorprendiéramos más con esa frase. De hecho, Erik deja por un momento el plano, se levanta de la silla y se aleja hacia la ventana. Me ha parecido que Samuel me ha guiñado un ojo en medio de una leve sonrisa. No quiero que se me note nada en la cara. No porque no me esté sorprendiendo, sino porque todavía no sé si estamos en mitad de una chorrada o de algo grande.

—Para los romanos era una ciudad sagrada y todo ello era por este punto del mapa. —Señala el cruce de calles—. El equilibrio de los cuatro elementos de la naturaleza y este punto representaría el quinto elemento que es el éter. Y a través de los tiempos siempre se ha estado vigilando la dirección del viento. Siempre ha habido alguien vigilando que el orden del cosmos se mantuviera, y siempre se ha mantenido…

Se calla de repente mientras deja su mirada fija en la figura de la cabeza de dos caras que hay debajo de la ventana. Se levanta despacio, la coge entre las manos, y termina la frase:

—… hasta ahora.

La cara de Erik ha cambiado, ahora parece que sí le interesa. No para de mirar a la figura de las dos caras. Sofía sigue pensativa mientras le observa, y Elsa se ha incorporado totalmente en la mesa para escucharle más de cerca. Samuel, sin inmutarse ante lo que todos hemos escuchado, sigue haciendo lo mismo, o sea, dibujar en la tablet.

Nicola se pone de pie, se acerca a la ventana. Con la vista puesta en la veleta, continúa hablando:

—Lo que está ocurriendo desde hace un tiempo es que el viento en ese punto ya no entra en la dirección exacta que tenía que entrar, es decir el cierzo ya no entra directamente por la puerta Oeste y sale por la del Este. Además, aunque no se puede ver desde aquí, la iglesia de la Magdalena ya no se ilumina por el sol como debería… —Espera un segundo y continúa—: … al menos, según Roma lo decidió.

Consigue que todos nos incorporemos en la mesa y le escuchemos con toda la atención que cinco chicos y chicas de dieciséis años podrían poner a algo en que se les vaya la vida.

—Por eso, toda la fuerza de la gente que vive en Zaragoza, el sol y el viento, se está debilitando, la ciudad sagrada está dejando de serlo porque no se mantiene el orden del cosmos como debería. Y ahora… la gente que ha vivido muchos años en Zaragoza se debilita, se desequilibra, se cae literalmente.

—¡Ah! Por eso solo les afecta a los adultos que llevan más años viviendo aquí —deduce Samuel sin dejar de mirar a su tablet.

Que tío, parecía que no prestaba atención.

Tras un momento de silencio en la habitación, sin mirarnos al resto y con sorpresa para todos, Elsa lanza la pregunta:

—¿Y cómo se puede solucionar?

Lo primero que pienso es que esta chica se ha metido demasiado en la historia o es un poco ingenua. El problema es que quizá yo soy más ingenuo todavía, porque iba a hacer la misma pregunta. Pero no he querido hacerlo porque no sé qué pensaría Sofía luego de mí. De todas maneras, lo mejor será guardar silencio y esperar la respuesta.

—No se puede… — responde Nicola, mirándonos misteriosamente.

Nos removemos todos en el asiento incómodamente, con ojos muy abiertos, Elsa tiene las cejas totalmente levantadas y creo que yo también. Samuel me vuelve a guiñar el ojo. Erik vuelve a dirigir su mirada directamente a la cara del viejo. Sofía se levanta de la silla rápidamente para mirar también por la ventana. Los demás hacemos lo mismo y vemos que, al otro lado de la calle, la veleta ha cambiado de dirección. En ese momento, escuchamos las palabras de Nicola:

—No se puede solucionar —mantiene un silencio, mira a la figura debajo de la ventana y luego continua —aquí.

Inmediatamente Erik se gira y le pregunta:

—¿Qué quiere decir con solucionarlo aquí?… ¿Se refiere en este piso?… ¿En esta calle?… ¿En esta ciudad?

Se produce un silencio hasta que Nicola, pasando la mirada fijamente por cada uno de nosotros dice:

—Me refiero a que no se puede solucionar… en este tiempo. Hay que viajar al pasado para arreglarlo.

Autor: Glen Lapson © 2016

Editor: Fundacion ECUUP

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