DISEQUILIBRIUMS Los Individuos. Capítulo 33

Jueves, 22 de diciembre

Hora: 23:00

Sofía

O sea, ¡que papá se despidió antes de irse de viaje y no regresar jamás!

¿A dónde fue realmente? ¿Cómo desapareció?

Me estoy imaginando todo tipo de posibilidades y alguna de ellas me da miedo solo el pensarlas. ¿Y si todavía está vivo?

Quiero llorar, quiero gritar. Y, además, según lo que han contado, hasta mamá puede estar al corriente de todo. Y nos lo ha ocultado a los hijos. No me lo puedo creer. Esto es peor que cualquier película que he visto hasta ahora, y hoy soy la protagonista principal. Por un momento he querido pensar que todo esto no está ocurriendo. Que lo que dicen Erik y Samuel son sandeces. La verdad es que, si solo lo hubiera contado uno de los dos, no me lo estaría creyendo. Pero no puede ser coincidencia algo que saben dos personas diferentes y que no lo han hablado antes.

¿Qué hago?

¿Llamo a mamá y le digo…? Es que no sé qué le diría. Me siento engañada. No tenía derecho a ocultarlo… si de verdad lo sabía.

Noto cómo todos me miran. Aparte de la historia de Disequilibriums, el grupo y todo lo demás, a mí lo que me destroza por dentro es que papá pueda estar vivo. Todos me siguen mirando. No sé qué decir. No sé qué hacer. Es la primera vez que me pasa. No soy capaz de tomar una decisión.

Me llevo las manos a la cara.

Seguro que me siguen mirando.

Voy a despertar de este sueño.

¡Papá! ¡Papá!… pero papá no contesta.

Papá no está.

Voy a despertar de este sueño y todo volverá a ser como antes.

¿Como antes? ¿Cuándo pongo el antes? ¿Antes de que desapareciera papá, ya hace casi un año?… ¿o hace media hora?

Ya está, no seré yo quien pare todo esto.

David, supongo que para aliviar el momento, coge su ordenador y se pone a buscar por Internet. Los demás le imitan y volvemos a estar todos metidos de lleno en la aventura. De pronto me quedo parada viendo la pantalla y no puedo evitar hablar:

— ¡Geometría sagrada! Es lo que nos contó Elsa. Lo de los números de Fibonacci que encontré en la cartera de mi padre. Acabo de ver en esta página web cómo funciona todo esto. De hecho, he encontrado reseñas sobre los libros que vi en la cartera de mi padre.

Ya nadie está pendiente de mí, están con sus ordenadores. Lo prefiero así. No quiero ser la protagonista. Nadie me pregunta nada. ¡Menos mal!

Señalo las páginas web a cada uno y todos vemos la relación de PHI y cómo muchas figuras cumplen esa relación. Encuentro una página web donde se describen algunas construcciones diseñadas con geometría sagrada aplicando la relación del número áureo. De pronto me paro, miro a David y le sonrío.

—¿Tienes una regla para prestarme?

Tan pronto como me la trae, saco de mi mochila el plano de la ciudad que habíamos montado con el rectángulo solsticial superpuesto que nos dijo Nicola. Lo extiendo encima del trozo de mesa que queda libre. Veo cómo me observan y, tras medir un par de cosas, hacer unas cuentas y anotarlas en un papel, les muestro lo escrito.

—¡No me lo puedo creer! —exclama David al verlo.

—Es el numero PHI —dice Erik en voz alta y añade—: la relación que hay entre el lado grande y el pequeño del rectángulo solsticial es prácticamente igual al número áureo, es todo geometría sagrada.

En ese momento me vuelvo al ordenador y reviso tres páginas. Luego me echo para atrás en la silla, suspiro y miro hacia el techo diciendo:

—Creo que ya sé lo que mi padre descubrió.

Acabo de conseguir que todos dejen de mirar sus pantallas, incluido Samuel, y me miren.

—Ni en Londres, París o Bérgamo se cumple la relación que ocurre en Zaragoza. Si estaba buscando la verdadera ciudad del equilibrio, la encontró porque es donde vivía.

Erik y David se acercan y observan la pantalla del ordenador. En ese momento, Erik comenta en voz alta:

—¡Mirad! —comienza—. Lo que más me chocó fue la estatuilla de la cabeza con dos caras. Lo he estado buscando por Internet por dioses griegos o romanos, y he encontrado esto.

Nos señala una foto exactamente igual que la que vimos en casa de Nicola.

—Es el dios Jano —salta Samuel.

Con la seguridad con que lo ha dicho, nos ha dejado a todos quietos. Incluso David, que llevaba un rato mirando los mapas y confirmando las medidas de los cuadrados y círculos con una regla. Me noto que ya no miro a David como siempre. Algo ha cambiado desde hoy. Me va a ser difícil tratarlo igual como hasta ahora.

De pronto siento que Erik me pone la mano encima de la mía. En cualquier otro momento me habría parecido de lo más normal. De hecho, me gusta que me la coja de vez en cuando. Pero… justo ahora, justo hoy… ¡Qué lío! ¡No! Tengo que ser una persona segura y demostrarlo. Si estoy saliendo con Erik y me gusta, no tengo que ocultar nada… pero es que antes disfruté con el beso.

—Y tú… —Me saca Elsa de mis pensamientos dirigiéndose a Samuel—. ¿Cómo sabes eso?

— Lo había visto alguna otra vez en algún libro —responde él como si no tuviera importancia—. Tiene dos caras porque se supone que una mira hacia el principio y otra hacia el fin, una hacia el nacimiento y otra hacia la muerte, hacia el día y hacia la noche. Por eso el primer mes del año viene de Jano, january, y, en español, enero. Porque representa también el que mira al principio de las cosas.

—Tiene todo el sentido que Jano esté en casa de Nicola, ya que está en el punto del equilibrio —Esta conclusión de Samuel ha hecho que vuelva a cogerle cariño de nuevo.

Erik y yo nos quedamos mirando. Me aprieta la mano y me sonríe. Le devuelvo el apretón y la sonrisa. Todo sigue subiendo de intensidad porque las cosas van cuadrando. Presto atención a la explicación que hay en la página web y sigo cada vez más emocionada. Tenemos que dar el salto, tenemos que viajar y encontrar la respuesta.

Me callo un momento y vuelvo a extender de nuevo el plano de Zaragoza con el rectángulo solsticial girado.

—Lo cierto es que lo que me ha hecho descubrir lo que vais a ver ahora es la cantidad de iglesias que existen en Zaragoza. Y dónde están situadas. Ya sabemos que en la Puerta Este está la iglesia de la Magdalena, pero si nos vamos a la Puerta Oeste, está justo al lado la iglesia de San Cayetano. Y ahora veréis.

Saco otra hoja transparente que había trabajado durante el fin de semana. Lo que hice fue dibujar un cuadrado que envolviera al rectángulo solsticial. Sobre cada lado corto del rectángulo dibujé una línea centrada que tuviera la misma longitud del lado largo del rectángulo y, a continuación, uní los extremos de las nuevas líneas con otras perpendiculares hasta formar el cuadrado. Luego hice coincidir los extremos de este cuadrado con los puntos medios de otro cuadrado que lo envolviera y así lo hice varias veces. Lo cierto es que me inspiré en el símbolo que vimos en casa de Nicola y en el despacho de mi padre.

Les dejo que lo observen durante un rato y continúo:

—Si os fijáis, los dos extremos inferiores del cuadrado primero coinciden con la localización de la iglesia de San Miguel y la iglesia de Santiago.

En ese momento veo la misma cara de sorpresa que se me puso a mí el día que lo descubrí. Me quedé parada cuando lo vi. Dibujar los cuadrados, cada uno dentro del otro, fue un gran acierto por mi parte, porque las coincidencias que vi después me dejaron boquiabierta.

—¡Pero aquí hay algo más! —exclama David, y me acerco al plano para mirar el detalle.

Se queda callado, se aproxima más al plano sobre la mesa y acerca la mirada todo lo que puede.

—¡Qué fuerte! —añade—. Llevaba desde la explicación de la clase pensando en lo de los cuatro elementos de la naturaleza y el equilibrio. Había deducido que si el emperador Augusto pensó en esta ciudad como la ciudad sagrada sería porque encontraría el equilibrio de los cuatro.

Se para un momento para beber agua y observo cada movimiento que hace con el vaso. Es de los que disfruta cuando bebe y se nota porque cierra los ojos como hago yo. Todo lo hace suave. Hoy el flequillo le da un aire intelectual que le hace estar más atractivo.

Pero ¿qué estoy diciendo? Tengo cogido de la mano a mi novio y a la vez estoy mirando a otro chico de la manera que lo estoy haciendo. ¡Sofía vuelve en ti! ¡Sé consecuente con la decisión que has tomado!

Me calmo.

—El aire, está claramente identificado por la intensidad del viento en la zona. —Continúo escuchando a David—. El sol, no hay duda, pues es una zona con bastantes horas de luz al cabo del año y la orientación del Cardus y el Decumanus está hecha para encontrarlo. El concepto de la tierra se me ocurrió cuando estuvimos en el museo y leímos que el día de la fundación de la ciudad iba un sacerdote tirando de un arado dorado con dos bueyes, sobre todo porque había una persona tirando la tierra que salía del surco al interior de la ciudad. Y el agua… había dado por hecho de que era el río Ebro.

En ese momento Erik, con una amable sonrisa y poniéndole la mano por el hombro, le dice:

—Acabas de descubrir, y has hecho que los demás también lo veamos —con una gran sonrisa, casi de camarada, señala con el dedo el plano— que el agua no se refiere al río Ebro, sino al río Huerva.

La imagen es intensa porque los dos se miran a los ojos y se sonríen el uno al otro. Parecen casi amigos y yo me siento fatal. Lo que ha pasado antes en la cocina no deja de darme vueltas por dentro.

—Así es —señala el mapa en todos los puntos donde los vértices se cruzan hacia el sur con el río Huerva.

Tengo que reconocer que yo no lo había visto. Es alucinante, solo me había fijado en lo de las calles y las iglesias, pero lo del río Huerva es aún más asombroso.

—¡Es increíble! ¡Es increíble! —nos sorprende Elsa a todos con los gritos casi de colegiala.

No para de repetirlo. Nos la quedamos mirando para ver si se da cuenta de que si no se calma no la vamos a poder entender.

—Tenemos que ir a ver a Nicola ya. Son casi las 12 de la noche y quedan pocas horas para el amanecer.

—¿Por qué lo dices tan segura? —le pregunto—. ¿No te parece que es muy tarde para ir a casa de nadie?

Elsa se pone seria:

—Creo que todos nos hacemos una idea de lo que ocurrió con tu padre. —Se me hace un nudo en la garganta, «pero esto ya no se puede parar, estoy con ellos, quiero seguir»—. Aunque de todo no tengo evidencias, creo que esto es de la siguiente manera…

Se pone de pie y como si fuera una maestra de clase empieza a gesticular con los dos brazos.

—… el emperador Augusto era de buena familia en Roma y fue enviado a Grecia para estudiar a los clásicos. Debió de profundizar en la geometría y, sobre todo, la geometría sagrada. La verdad es que cuando os conté lo del numero PHI el otro día, es porque cuando yo descubrí eso y me puse a leer, no pude parar. Todo lo que está relacionado alrededor es fantástico.

Hace una pequeña pausa para tranquilizarse y continúa:

—No sé muy bien cómo, pero el emperador Augusto descubre todo lo que se produce en el sitio donde estaba la ciudad original y funda Caesaraugusta, con su propio nombre, y la construcción de las murallas romanas demuestra que, además del rectángulo solsticial, todo el equilibrio se basa en la geometría sagrada.

En ese momento interviene Erik poniéndose también de pie.

—Estoy totalmente de acuerdo y solo nos queda la melodía que abre el portal.

—Yo creo —comienza Samuel diciendo— que nos falta una pista y está dentro de todo lo que tenemos delante.

Lo miro mientras él sigue observando los planos de la mesa. Me gustaría saber todo lo que está pasando por su cabeza. Como jugadora de ajedrez, a veces creo que va tres jugadas por delante de nosotros. Pero estoy de acuerdo con él. Hay algo más que no consigo enlazar. Asiento con la cabeza.

—Lo que no consigo unir en todo este puzle —comento— es lo de Jano.

Se produce un silencio. Instintivamente cogemos todos los móviles y sin siquiera hablarnos en ese momento salen de la casa de David cinco mensajes de texto a cinco familias distintas. Es divertido porque Elsa está diciendo en voz alta lo que está escribiendo, que coincide con lo que pongo yo a mamá: «Hoy nos quedamos a dormir en casa de David para acompañarle por lo de su madre».

Miro a David y sé que ese mensaje está yendo al móvil de su tío Daniel. No sé qué razón le estará dando. Erik seguro se lo envía a su madre. Tiene más confianza con ella.

¡Cómo me gustaría saber a quién está enviando Samuel el mensaje!

Cuando terminamos, casi sin decirnos nada, cogemos los abrigos y salimos. Esto sí que es compenetración. ¡Este grupo mola!, como diría mi hermano pequeño.

Al girarme observo que David se mete dentro del abrigo la dulzaina que había en el mueble del salón y había estado tocando antes Erik.

Bajamos todos a la calle y sin decirnos nada comenzamos a caminar rápido en dirección al centro. Ya no llueve, pero está todo el suelo mojado y la sensación de frío es altísima. Hay que tener cuidado de no resbalarse.

Nos hemos quedado Elsa y yo un poco retrasadas poniéndonos bien las bufandas y los guantes. Los tres chicos van caminando juntos delante de nosotras. Elsa lleva bastante rato en silencio y me he dado cuenta de que con la excusa del frío ha tratado de que nos quedáramos las dos solas detrás.

—El último día que hablamos en la calle, me hiciste una pregunta. —Rompe ella el silencio mientras andamos.

No sé de qué me está hablando, así que la dejaré continuar sin interrumpir.

—Pero hoy me he dado cuenta de que no te dije la verdad. —Baja la cabeza mientras sigue caminado.

Sin decir nada, vuelvo la cabeza hacia ella para que se dé cuenta de que la escucho. Vamos por mitad del bulevar del Paseo Sagasta y, a pesar del frío, hay una pareja dándose besos en uno de los bancos centrales. Elsa se les queda mirando por un momento y luego continúa.

—Hoy cuando ha tomado el mando después del caos de la pantalla del ordenador, me he dado cuenta de que no puedo ocultarlo más. No solo estaba guapo, dirigente y decisivo, sino que también me transmitió seguridad y coraje.

Acabo de detectar de lo que está hablando. ¡Uf! No le puedo decir nada. Justo después de ese momento, el chico del que está hablando me ha dado un beso que no se me olvidará en la vida.

Elsa se para a la altura de los grandes almacenes, me coge del brazo y, acercando su boca hacia mi oído para que nadie más lo oiga, me dice:

—He decidido decirle a David que me gusta y que quiero salir con él.

¡Madre mía! ¿Qué le digo yo ahora? Todo me está dando vueltas. Si no teníamos suficiente con todo el conflicto histórico en el que estamos inmersos, ahora me tengo que preocupar de que una de mis mejores amigas le vaya a pedir salir al chico con el que me acabo de besar a escondidas.

—¿Qué pasa, Sofía? —Me mira Elsa muy extrañada, no he debido de controlar la expresión de mi cara— ¿Ves algún problema?

—No, no —me apresuro a contestarle—. ¡Perdona! —La única excusa que se me ocurre—. Con todo este lío de Nicola, no lo he encajado a la primera.

Me separo un poco de ella. La sujeto con suavidad por los brazos y, con una gran sonrisa, le digo:

—Pues te deseo que os vaya muy bien, Elsa. Es muy majo y un buen amigo. Seguro que os irá muy bien.

Pero, de pronto, Elsa se queda callada y deja de sonreír.

—El problema… —Titubea antes de continuar—: Es que creo que su corazón está con otra chica.

¡Joder! Espero que no sepa quién es ella.

Levanta la mirada, me mira fijamente y dice:

—Me da igual. —Mostrando más firmeza de lo normal en su cara, continúa hablando—: Se lo voy a decir y que pase lo que sea.

No puedo más que decir lo único que se me ocurre:

—Suerte.

Me coge del brazo y seguimos andando rápido para alcanzar a los chicos que ni se han dado cuenta de que nos habíamos parado. A ella la noto mejor, incluso camina ahora con la cabeza alta. El problema es que se me ha hecho de pronto un nudo en la garganta que casi no me deja respirar. Prefiero pensar solo en el movimiento de mis piernas en este momento.

AutorGlen Lapson © 2016

EditorFundacion ECUUP

ProyectoDisequilibriums

 

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